sábado, 25 de octubre de 2025

“El legado vivo de la Reforma”

El 31 de octubre no es solo una fecha en el calendario eclesiástico. Es un recordatorio del día en que la luz del Evangelio volvió a brillar con fuerza sobre una iglesia que había olvidado su primer amor.

La Reforma no fue el nacimiento de algo nuevo, sino el renacimiento de la fe antigua: la fe apostólica, la fe bíblica, la fe centrada en Cristo.


Los reformadores —Lutero, Calvino, Zwinglio, Knox— levantaron una bandera: Sola Scriptura, Sola Fide, Sola Gratia, Solus Christus, Soli Deo Gloria.

Hoy, nosotros somos herederos de esa llama. No veneramos a los reformadores, pero seguimos su llamado: volver a las Escrituras y permanecer en la verdad del Evangelio.



La iglesia sigue siendo una, santa, universal y apostólica, no porque lo diga un concilio, sino porque pertenece a Cristo, su Cabeza viva.

Celebrar la Reforma es comprometernos a vivirla.
Ser reformados no es un nombre, es una convicción: que solo Cristo salva, que solo Su Palabra es autoridad, y que solo Su gloria es el fin de todas las cosas.

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