El desplazamiento en Colombia ha alcanzado magnitudes
impresionantes, son millones de personas las que han sufrido este flagelo;
nuestros campos han sido agobiados por el conflicto armado, y los intereses egoístas y mezquinos de unos
pocos que desmesuradamente y aplicando mecanismos violentos han despojado de
sus tierras a quienes por derecho les pertenece; nos hemos acostumbrado a esta
tragedia, se ha perdido la sensibilidad al dolor humano de ser violentado,
abusado y desterrado, la compasión se encuentra ausente; se subestima y se
desprecia esta problemática, cuestión
que se ha logrado en buena medida por la acción del gobierno y de poderes como l
y el os medios de comunicación, el aparato paramilitar y gobernantes que en lugar de servir al pueblo que los eligió,
protegen a alguno del que los subsidio; pero creo que Dios no deja pasar por alto la injusticia de
los hombres impíos y sanguinarios.
Dios levanta en medio de la historia a hombres como Miqueas quien opuso rotundamente a la opresión y a la
maquinaria criminal de su época encarnada por los gobernantes, religiosos y
militares.
Y aunque distamos muchos siglos de la época en la que vivió el
profeta Miqueas las cosas parecen ser muy similares con la realidad de nuestra
nación. Vemos a un estado pasivo, cómplice y a veces actor principal de las
atrocidades que cometen los poderosos para despojar de tierras a los campesinos
con el fin de seguir aumentando sus
fortunas y poder.
Pero creo que Dios no dejara pasar por alto tales injusticias por
tanto nos envía como iglesia a hacer lo que el profeta Miqueas hizo, denunciar estos hechos y a anunciarles el
juicio venidero, por que en ninguna manera Dios tendrá por inocente al
culpable. Aunque como cristianos nos
hemos insensibilizado ante el dolor y la tragedia de millones de compatriotas,
y nos hemos encerrado en las iglesias
marginándonos de las realidades de nuestro país, debemos creer que Dios nos usa
como luz de este mundo y sal de esta tierra preciosa de Colombia, que las cosas
comienzan a ser transformadas en la medida que conozcamos nuestras realidades,
actuemos levantando la voz, siendo comapasivos y misericordiosos con los que
viven esta y otras situaciones; animemosnos a avanzar como una iglesia que
marcha unida y que tiene clara su misión, que ama pero que denuncia todo mal
que se pensare contra el pueblo.
Juan Manuel Currea Hernandez
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