Por supuesto, como cualquier otro hombre, exceptuando a Jesucristo, Juan Calvino era imperfecto. Su renombre no se debe a la infalibilidad, sino a su persistente lealtad a las Sagradas Escrituras como la Palabra de Dios, en un tiempo en que la Biblia casi fue devorada por la tradición de la iglesia.
Nació en Julio de 1509 en Noyon, Francia, y recibió educación en las mejores universidades sobre leyes, teología y clásicos. A la edad de 21 fue dramáticamente convertido de un Catolicismo enfocado en tradiciones a la fe evangélica, radical y bíblica en Cristo y su Palabra. Él dijo,
Dios, a través de una espontánea conversión subyugó y trajo mi mente, la cual estaba más endurecida en tales asuntos de lo que se podría esperar de alguien en mi temprano edad, a un estado enseñable. Habiendo probado de esta manera un poco del verdadero conocimiento y la verdadera piedad, inmediatamente fui encendido con un intenso deseo de hacer avances, pero aun así, no dejé completamente mis otros estudios los cuales continué, aunque con menos pasión. (John Dillenberger, John Calvin, Selecciones de His Writings, Scholars Press, 1975, p. 26).
Existe una razón por la cual Calvino cambió de sus clásicos estudios a una vida dedicada a la Palabra de Dios. Algo dramático sucedió en su percepción de la Realidad cuando leyó las Sagradas Escrituras por sí mismo. Escuchó en ellas la voz de Dios y vio su majestad.
Porque la verdad está fuera de toda duda, cuando sin ayuda de otra cosa que ella misma basta para defenderse; y se ve claramente cuán propia de la Escritura es esta virtud, porque de cuantos escritos humanos existen, ninguno de ellos, por artístico y elegante que sea, tiene tanta fuerza para conmovernos. Leed a Demóstenes o a Cicerón; leed a Platón o a Aristóteles, o cualesquiera otros autores profanos. Confieso que nos atraerán grandemente, que nos deleitarán, nos moverán y transportarán; pero si de ellos pasamos a leer la Santa Escritura, queramos o no, de tal manera nos conmoverá y penetrará en nuestros corazones, de tal suerte se aposentará en la médula misma, que toda la fuerza de los retóricos y filósofos, en comparación de la eficacia del sentimiento de la Escritura, no es más que humo de pajas. De lo cual es fácil concluir que la Sagrada Escritura tiene en sí cierta virtud divina, pues tanto y con tan gran ventaja supera toda la gracia del arte humano. (Instituciones de la Religión Cristiana I, viii, 1 POR JUAN CALVINO TRADUCIDA Y PUBLICADA POR CIPRIANO DE VALERA EN 1597 REEDITADA POR LUIS DE USOZ y RÍO EN 1858)
Luego de este descubrimiento, Calvino se dedicó totalmente a la Palabra de Dios. Fue predicador en Génova por 25 años, hasta que falleció a los 54 años en mayo de 1564. Su hábito era predicar dos veces cada domingo y una vez al día en semanas alternas; eso equivale a que predicaba un promedio de 10 veces cada 2 semanas. Su método era tomar unos pocos versículos, explicarlos y aplicarlos a la fe y vida de las personas. Calvino trabajó de esta manera libro tras libro. Por ejemplo, predicó 189 sermones del libro de Hechos, 271 de Jeremías, 200 de Deuteronomio, 343 de Isaías, y 110 de 1ra Corintios. Una vez fue exiliado de Génova por dos años y, a su regreso, subió a su púlpito en San Pedro y comenzó con el texto que había dejado.
La increíble devoción a la exposición de la Palabra de Dios año tras año es debida a su profunda convicción de que la Biblia es la verdadera Palabra de Dios. Él dijo,
Las leyes y las profecías no son enseñanzas dadas por la voluntad del hombre, sino dictadas por el Espíritu Santo… Debemos a las Sagradas Escrituras la misma reverencia que le debemos a Dios, porque provienen de Él únicamente, y no hay nada del hombre mezclado en ellas. (Citado por J. I. Packer, “Calvino el Teólogo” (“Calvin the Theologian”), en Juan Calvino: Una Colección de Ensayos, (A Collection of Essays), Gran Rapids: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 1966, p. 162)
Lo que Calvino vio en la Biblia, por sobre todas las cosas, fue la majestad de Dios. Dijo que a través de las Escrituras, “si tenemos los ojos limpios y los sentidos íntegros, pronto se pondrá ante nosotros la majestad de Dios”, (Instituciones de la Religión Cristiana, I. vii, 5). La Biblia para Calvino era, por sobre todo un testigo de parte de Dios de la majestad de Dios. Esto nos lleva directo a lo que es el corazón del Calvinismo. Benjamin Warfield lo expuso así:
El calvinista es la [persona] que ve a Dios detrás de cada fenómeno, y en todo lo que ocurre reconoce la mano de Dios… ´quien hace de la actitud del alma hacia Dios en oración la permanente condición…´ y quien depende solamente de la gracia de Dios, excluyendo cada evidencia de dependencia de sí mismo de toda la gran obra de salvación. (Calvino y Agustín, Filadelfia: Compañía de Publicación Presbiteriana y Reformada, 1971, p. 492).
Eso es lo que yo quiero ser: alguien que excluye cada señal de dependencia de sí mismo de la gran obra de su salvación. De esa manera disfrutaré de la paz que hay en Dios solamente, y Dios tendrá toda la gloria como aquel por quien, a través de quien y para quien todas las cosas existen, y el mensaje de tal iglesia resonará para las naciones.
Pastor John