sábado, 17 de diciembre de 2016

Corazones Cautivos, Iglesia Cautiva Por R.C Sproul



Durante la Reformación Protestante, Martín Lutero escribió un pequeño libro que fue muy controversial, el cual, era una crítica masiva del sistema sacramental Católico Romano, titulado El Cautiverio Babilónico de la Iglesia. Lutero asemejó el régimen opresivo de Roma del siglo 16 con la ruina de Israel mientras estuvo cautivo por los ríos de Babilonia.

Algunas veces me he preguntado que pensaría Lutero de nuestra época y del estado actual de la iglesia. Sospecho que si él escribiera para nuestro tiempo, su libro se titularía El Cautiverio Pelagiano de la Iglesia. Creo que este sería el caso porque Lutero consideraba que el libro más importante que alguna vez escribió fue su obra magna clásica, La Esclavitud de la voluntad (De Servo Arbitrio).
Este trabajo enfocaba el asunto de la esclavitud de la voluntad del hombre como resultado del pecado original y fue una respuesta al ataque verbal y violento de Desiderio Erasmo, de Rotterdam. Al traducir la introducción de este trabajo, el traductor dice que Lutero "vio a Erasmo como un enemigo de Dios y la religión Cristiana, un Epicureano y una serpiente, y que él no tuvo miedo de decirlo. "Creo que Lutero veía una gran amenaza para la iglesia actual en términos del Pelagianismo porque este llegó a ser conocido después de la Reformación.

Los historiadores han dicho que aun, cuando Lutero ganó la batalla con Erasmo en el siglo 16, la perdió en el siglo 17 y fue demolido en el 18 por la conquista lograda por el Pelagianismo de la iluminación. El veía a la iglesia actual asida del Pelagianismo y a este adversario de la fe estrangulándonos.

El Pelagianismo en su forma pura fue primero enunciado por el hombre de quien viene su nombre, un monje británico del siglo cuarto. Pelagio se entregó a un feroz debate con San Agustín, debate provocado por la reacción de Pelagio ante la oración de Agustín: "Ordenas lo que deseas, y concedes lo que tu mandas." Pelagio insistía que la obligación moral necesariamente implica la capacidad moral. Si Dios requiere que los hombres vivan vidas perfectas, entonces los hombres deben tener la capacidad de vivir vidas perfectas. Esto llevó a Pelagio a negar el pecado original, a insistir que la caída de Adán afectó solo a Adán y a afirmar que no hay tal cosa como una naturaleza caída heredada que aflige a la humanidad. Además, sostuvo que la gracia no es necesaria para la salvación; que el hombre es capaz de salvarse por sus obras, aparte de la asistencia de la gracia. Según Pelagio, la gracia puede facilitar la obediencia, pero no es una condición necesaria para ella.

Agustín triunfó en su lucha con Pelagio, cuyas opiniones fueron consecuentemente condenadas por la iglesia. Al condenar el Pelagianismo como una herejía, la iglesia afirmó fuertemente la doctrina del pecado original. Según Agustín, esto vinculaba la noción de que, aunque el hombre caído todavía tiene libre albedrío en el sentido de que retiene la facultad de escoger, la voluntad está caída y esclavizada por el pecado a tal grado que el hombre no tiene libertad moral. El hombre no puede no pecar.

Después de que esta lucha pasó, las perspectivas modificadas del Pelagianismo retornaron para rondar la iglesia. A estos conceptos se los llamó el semi-Pelagianismo.

El Semi-Pelagianismo admitía una caída real y una transferencia real del pecado original a la prole de Adán. El hombre está caído y requiere la gracia a fin de ser salvo. Sin embargo, afirma que nosotros no estamos tan caídos como para estar totalmente esclavizados al pecado o totalmente depravados en nuestra naturaleza. Algo de justicia permanece en el hombre caído, por lo cual la persona caída aún tiene el poder moral para inclinarse a sí mismo, sin la gracia operativa, a las cosas de Dios.
Aunque la iglesia antigua condenó el semi-Pelagianismo tan fuertemente como había condenado el Pelagianismo, este nunca desapareció. En el siglo 16, los reformadores magisteriales estuvieron convencidos de que Roma había degenerado del puro Agustinianismo y caído en el semi-Pelagianismo.

No fue un detalle histórico insignificante el que Lutero haya sido un monje de la orden Agustiniana. Lutero vió su debate con Erasmo y Roma como una reanudación de la titánica pelea que Agustín tuvo con Pelagio.

En el siglo 18, el pensamiento de la Reformación fue desafiado por el surgimiento del Arminianismo, una nueva forma de semi-Pelagianismo, que capturó el pensamiento de hombres prominentes tales como John Wesley. La división doctrinal entre Wesley y George Whitefield se enfocó en este punto. Whitefield tomó parte en la defensa del clásico Agustinianismo de Jonathan Edward durante el "Gran Despertar" americano. El siglo 19 fue testigo del reavivamiento de un Pelagianismo puro en la enseñanza y en la prédica de Finney. Finney no escondió de ninguna manera su Pelagianismo crudo.
El rechazó la doctrina del pecado original (junto con la posición ortodoxa del sacrificio de Cristo y la doctrina de la justificación solo por fe). Pero la metodología evangelística de Finney fue tan exitosa que llegó a ser un modelo reverenciado por los evangelistas posteriores y él es usualmente considerado como un titán del Evangelicalismo, esto a pesar de su gran rechazo de la doctrina evangélica.

Aunque el Evangelicalismo americano no abrazó el pelagianismo prístino de Finney (esto fue dejado para que lo hagan los Liberales), fue profundamente infectado por formas de semi Pelagianismo a tal punto que hoy el semi-Pelagianismo constituye la gran mayoría dentro del Evangelicalismo.
Aunque la mayoría de los evangélicos no titubean en afirmar que el hombre está caído, pocos siguen la doctrina de la total depravación.

Hace 30 años estaba enseñando teología en una universidad evangélica, muy influenciada por el semi-Pelagianismo. Estaba trabajando en los cinco puntos del Calvinismo usando el acróstico del tulipán, con una clase de aproximadamente 30 estudiantes. Después de dar un larga exposición de la doctrina de la total depravación, pregunté a la clase cuantos de ellos estaban convencidos de la doctrina. Todos los 30 estudiantes levantaron sus manos en señal afirmativa. Me reí y dije: "Veremos." Escribí el número 30 en la esquina superior izquierda de la pizarra. Cuando pasamos a la doctrina de la elección incondicional varios de los estudiantes se retractaron.

Los conté y entonces fui a la pizarra y resté ese número de los 30 originales. Cuando llegamos al Sacrificio Limitado el número se redujo de 30 a 3.

Entonces, traté que los estudiantes vean que si ellos realmente abrazaban la doctrina de la depravación total, las otras doctrinas de los Cinco Puntos no eran sino notas al pie de la página. En seguida, los estudiantes descubrieron que realmente ellos no creían en la depravación total después de todo. Ellos creían en una depravación, pero no total. Ellos aún deseaban retener algo de justicia no afectada por la caída, con la cual los pecadores caídos todavía retenían la capacidad moral para inclinarse a sí mismos hacia Dios.

Ellos creyeron que, a fin de ser regenerados, debían primero ejercitar la fe por el esfuerzo de sus voluntades. No creyeron que el trabajo divino y sobrenatural de la regeneración por el Espíritu Santo era una pre condición necesaria para la fe.

Erasmo había ganado. De nuevo, los autores del ensayo introductorio de La Esclavitud de la Voluntad afirman: Quienquiera que deja este libro sin darse cuenta que la teología evangélica se levanta o cae con la doctrina de la esclavitud de la voluntad, ha leído en vano. La doctrina de la libre justificación por fe solamente, la cual se convirtió en la tormenta-centro de tanta controversia durante el período de la Reformación-, es a menudo considerada como el corazón de la teología de los Reformadores, pero esto es a duras penas certero. La verdad es que sus pensamientos estaban realmente centrados en la contienda......que la completa salvación del pecador es por la gracia soberana y gratuita solamente....

¿Depende nuestra salvación totalmente de Dios, o por último depende de algo que nosotros hacemos por nosotros mismos? Los que dicen lo segundo (como los Arminianos hicieron después) niegan la impotencia total del hombre en pecado y afirman qÄorma de semi Pelagianismo es verdad después de todo. No hay que sorprenderse, entonces, que más tarde, la teología reformada condenó el Arminianismo por ser en principio un regreso a Roma....y una traición a la Reforma....El Arminianismo fue, en verdad, a los ojos reformados, una renunciación a la cristiandad del Nuevo Testamento en favor del Judaísmo del Nuevo Testamento; porque fiarse de la fe propia, en principio, no es diferente de confiar en las obras de uno mismo, de tal modo que el uno, es tan no cristiano y anti cristiano como el otro.

Estas son palabras fuertes. Verdaderamente para algunos estas son palabras de guerra. Pero de una cosa estoy seguro: Ellos se miran al espejo y reflejan exactamente los sentimientos de Agustín y los Reformadores. El tema de la extensión del pecado original está unido inseparablemente a nuestro entendimiento de la doctrina de una sola fe. Los Reformadores comprendieron claramente que hay un lazo necesario entre una sola fe y una sola gracia. La justificación por fe sola significa justificación por gracia sola.

El Semi-Pelagianismo en su forma Erasmia rompe este lazo y borra la palabra sola de sola gracia.

R.C. Sproul es moderador del equipo del Ministerio Ligonier y autor de ¡Ahora, Esa es una buena pregunta!-- una colección de más de 300 respuestas a las preguntas actuales de los estudiantes de teología, apologética, y ética. 

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